12/7/09

Onírica y transversal

Esta noche he volado, después de años sin hacerlo o sin recordarlo. He sobrevolado el mar, por la línea de costa. Abajo todo era verde y azul. Había veleros y grandes peces. Yo subía y bajaba a mi antojo, aunque a veces no podía controlar el vuelo y me alejaba demasiado de la costa. Finalmente he amerizado en una zona plagada de tiburones, había gente con canoas que se dirigía velozmente a la arena, huyendo. Yo he caído justo delante de unas rocas ebúrneas y la marea me impedía acceder a tierra firme. Después de varios intentos, he conseguido salvarme de una merienda tiburonil.

Ayer recibí un quiromasaje de manos de un huevo kinder con ojos azules. Yo estaba convencida de que iba al fisio, pero al llegar a ese miniático playero, me encontré con un diploma de "Primer grado de Reiki" colgado en la pared. Joder. No sabía si reír o llorar. "Quítatelo todo y túmbate bocabajo". Llorar, definitivamente. Pero como no estaba el horno para bollos, como apenas podía moverme por el dolor, como debía seguir trabajando de pie y levantando peso, como no tenía esperanzas de mejorar yo solita, me dejé las bragas puestas y me tendí sobre la camilla. Me dejó hecha polvo. Una hora y quince minutos sin parar de meterme caña por todo el cuerpo, incidiendo en las lumbares, y hoy me duele hasta el alma. Aunque la tengo a medio gas, así que sólo me duele la mitad.

Después de volar me he visto tumbada en una camilla. Una señora entrada en carnes me masajeaba vigorosamente las tetas con aceite de coco. Al principio no entendía que aquello formara parte de la terapia para amortiguar mis dolores lumbares, pero como empezó a gustarme, me dejé hacer. La señora amasaba mis peras como si estuviera haciendo un bizcocho. Cada vez me gustaba más. ¡Coño! —pensé— ¿seré bisexual? No me importó demasiado el descubrimiento. No sé cómo acaba el masaje tetil, sólo recuerdo que me teletransporto a otra escena, más caliente y lésbica todavía. Estoy en un muelle sobre el mar dejándome sobar por una tía, ésta más joven y delgada que la anterior. La señorita en cuestión me acaricia suavemente la entrepierna mientras me besa. Ahí ya dejo de lado todos los prejuicios sexuales y me abandono al amor.

No he comido nada en todo el día. Y nada significa nada. Tengo el estómago cerrado.

Había una cara, no una cabeza, sino una cara, viviendo en un balcón. A veces la cara era mi gata. La cara se preguntaba si sería capaz de vivir siempre en ese balcón. Una vez más, se autoconvence de ello al volver a maravillarse de la vista nocturna de la ciudad.

1 comentario:

  1. Nunca me han gustado los huevos kinder y menos con ojos azules, y mucho menos con un diploma de primer grado de reiki. Anda que no le quedan grados por aprender..
    Espero que por lo menos aliviara tus lumbares, cuídate entre sueño y sueño.

    Besicos

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